jueves, 4 de septiembre de 2025
Editorial
con voz propia Nº 144
Revista literaria
Septiembre 2025
Propietaria – Editora – Directora: Analía Pascaner
Publicación creada en noviembre de 2006
Distribución y publicación gratuitas
ISSN 2314-0275
Ahora no espero ni quiero nada y, por tanto, tengo mucho.
Julia Navarro
La tierra natal
No la llevamos en oscuros amuletos,
ni escribimos arrebatados suspiros sobre ella,
no perturba nuestro amargo sueño,
ni nos parece el paraíso prometido.
En nuestra alma no la convertimos
en objeto que se compra o se vende.
Por ella, enfermos, indigentes, errantes
ni siquiera la recordamos.
Sí, para nosotros es tierra en los zapatos.
Sí, para nosotros es piedra entre los dientes.
Y molemos, arrancamos, aplastamos
esa tierra que con nada se mezcla.
Pero en ella yacemos y somos ella,
y por eso, dichosos, la llamamos nuestra.
Anna Ajmátova
Ucrania, 1889 - Rusia,1966
De: Réquiem y otros poemas
En un mundo de ruido, confusión y conflicto, es necesario un espacio de silencio y paz interior; no la paz de la mera relajación, sino la paz de la claridad interior y el amor.
Thomas Merton
Revista literaria con voz propia
ISSN 2314-0275
Propietaria: Analía Pascaner
San Fernando del Valle de Catamarca
Catamarca – Argentina
Las expresiones derivadas del material literario aquí publicado, son de exclusiva responsabilidad de cada autor.
Analía Pascaner
Hasta en los peores males es posible hallar una ración suficiente de bien como para que podamos soportar esos males con paciencia.
José Saramago
Autores publicados
Lorena Pronsky
con voz propia Nº 144
Revista literaria
Septiembre 2025
Autores publicados en esta edición:
Autores publicados desde inicios de la revista con voz propia:
Las expresiones derivadas del material literario aquí publicado, son de exclusiva responsabilidad de cada autor.
Analía Pascaner
Revista literaria con voz propia
Publicación y distribución gratuitas
ISSN 2314-0275
Propiedad, dirección y edición: Analía Pascaner
Norma Etcheverry
1.Radio Colonia
Cada día invariablemente
a las siete aeme cuando abría los ojos
venía a mí
esa voz familiar y pegadiza
del locutor de Radio Colonia
que a cada rato repetía
“hay más informaciones
para este boletín…”
Nunca entendí por qué mi madre
cada mañana escuchaba las noticias
de nuestro país
en una radio uruguaya.
2. Lo sencillo
Las casas del barrio
se dividían entre sí con cercos
de alambrado.
Por sobre los tapiales
flameaban sábanas
y un sinfín de prendas que se agitaban
sin pudor.
Un carnaval de colores desplegado
sobre los techos sencillos
de esas casas era la vida.
Fluía
sin que nosotros nos percatáramos
de su extrañeza.
3. Patios
Siempre había higueras
en esos patios
donde trepar en la aventura de la tarde
era escaparse
a la hora de la siesta.
No coman higos calientes, se van a empachar
tan extraña y familiar me llega ahora
la indiscutible advertencia,
pero ningún empacho, y todos los higos.
Ninguna cosa más que subir,
subir y rasparse las piernas,
y ese grosor y esa aspereza
de las hojas,
y esa redondez
lechosa,
intensa,
de las brevas.
4. Preciosa infancia
Y eran las moras
las que nos detenían
a la vuelta de la escuela.
Pequeños frutos frágiles,
oscuros,
dulces,
breves,
que nos atrasaban
en el camino de regreso.
Era la oscuridad sabrosa de las moras
la que nos demoraba,
eran los guardapolvos lo que nos delataba
siempre
manchados por las moras
que nos demoraban
a esa hora preciosa de la infancia.
5. Pincharse el alma
Mi madre era modista:
en el centro la Singer,
y en la cocina todo el tiempo
ese revuelo
de telas e hilos de colores.
Había que tener tanto cuidado
con los alfileres…
¡Dios libre
se nos quede alguno perdido
y nos pinche el alma!, decía mi madre
afligida
y yo que me preguntaba
cómo haría un alfiler
para llegarnos hasta el alma.
Poemas del libro de la autora: País niño
Norma Etcheverry
La Plata, Buenos Aires, Argentina
Bertha Carou
A Federico García Lorca
Se adormece en el aire la sospecha
de puñales en danza con la Muerte;
en la faz de la luna ríe la suerte
del eterno romance y sus endechas.
El corazón gitano que aprovecha
la pasión de su sangre en la que vierte
un semental de toro en lidia fuerte,
deseos y traiciones que lo acechan.
Federico en un vuelo de alborozo
abre sus alas de inmortal textura
iluminando todo lo que toca.
Renace en cada voz; renace el gozo
de su verso nutriente de frescura
y del hechizo que el poema evoca.
Invierno de 2004
Buenos Aires querido
(y no)
La palabra
cuelga desollada
en un pacto con el desaliento.
La noche es amplia
y se traga todos los encuentros.
Es verano en Buenos Aires
ciudad caldera
uno que otro grito contenido
unomásunomásotro
es la catedral del grito
como el bolero de Ravel
sin Ravel.
En el umbral del caos
vociferan látigos calientes
mientras las horas
inmutables
trituran los relojes.
Ventanas iluminadas
nos hacen guiños
desde los cuerpos de gigantes.
Mundos entrelazados
en la realidad de las paredes
mundos anónimos
ensimismados
demasiado en sí mismos.
“¡Acá estoy yo!”
(parece decir este mendigo cubierto con diarios)
“Derrumbe de la Bolsa en New York”
“Desempleo en los países desarrollados”
“Pánico en los mercados”
“y acá, yo“
(una mujer solitaria corre tras su alma)
estira sus brazos pero
no la alcanza.
Se debate entre el afuera y el adentro.
El llanto le inunda la cara
en ella se refleja la luz de las ventanas.
Por un momento
son lágrimas de luces,
pero no.
Es luz indiferente
parece una caricia
pero no.
Acelero mis pasos por la calle
me alejo
con las manos llenas de nada
de huecos sin sentido
y las abro
para que se llenen y vuelen y se posen
en alguien
en uno
o tal vez en otro
que anda por ahí
enredado en la gran ciudad
y su caos de bocinas
luces
tráfico.
Paz
Por si acaso la escribo
desde el silencio
de las tumbas
de soldados
desde el espacio perdido
de inocencias
desde la vida que crece
en otra parte…
Por si acaso la escribo
para arrancarle al poema
desde el blanco espacio
del papel
esa palabra que une en lazos
a los hombres
con disparos de luces
con metrallas de goces.
Cuando el blanco estalle
la palabra PAZ será certeza.
Paz: poema leído por Edith Checa en la audición ‘Tus poemas por las ondas’ . Radio 3 de Radio Nacional de España, en el programa ‘Rincón Literario’
Últimos dos poemas tomados de las páginas web: Deliteraturayalgomas y Vapatomoi
Bertha Carou
Lincoln, Buenos Aires, Argentina
Gerardo Molina
Selección de Coplas
Me gusta cantar la copla
Con ella vivo dichoso
No tengo envidia de nadie
Y soy amigo de todos.
Cantando vine a este mundo
(Diz que otros vienen llorando)
Y cantando de él me iré
Cuando Dios me diga: “¡Vamos!”
Habla el viento con la fronda
¿De qué amores hablarán?
Tal vez del tuyo y del mío
Que separados están.
En un haz inmenso, todos
Mis amores yo reuní
Y florecen cada año
Desde mayo hasta abril.
Soledad es lindo nombre
Y linda es la soledad
Cuando alguien, a quién decírselo
Junto a nosotros está.
Desconfía del atajo
Por algo están los caminos,
Caminos ciertos que están
Desde el alba de los siglos.
Tierra y árbol siempre son
Como entrañables hermanos,
Siempre los echo de menos
Cuando voy por el asfalto.
Nos sucede a los mortales,
Siempre nos pasa lo mismo:
Lamentarnos por el bien
Después que lo hemos perdido.
“Las vaquitas son ajenas…”
Sentenció el criollo Atahualpa,
El tiempo sigue pasando
Y todo como si nada.
Mi madre se llamó Ángela;
Ángel se llamó mi abuelo:
No puedo negar la estirpe
Debo por fuerza ser bueno.
Médico que deja al pobre
Con qué pagar la receta
No es un médico cualquiera:
Es un médico poeta.
Por más que impiadoso siga
Su viaje sin pausa el tiempo,
En los jardines del alma
Siempre es joven tu recuerdo.
¿Para qué prisas y vértigo?
No te apures, no te apures
En su lugar y a su tiempo
Todo destino se cumple.
Como una mano tendida
Cuando el corazón se da,
Me gusta cantar la copla
Como se debe cantar.
El Picaflor
Las flores de mi vergel
rendidas de amor están:
un mágico seductor
pico a pico, viene y va.
Por más que cambie de nombre
siempre es el mismo galán:
mainumbí, tente en el aire
pues no deja de aletear.
Tominejo, chupaflor,
pájaro mosca también,
de su grácil apostura
y su prosapia dan fe.
Llega a mi vergel luciendo
traje verde, tornasol:
seduce, besa, enamora
pico a pico, el picaflor.
Último poema pertenece al E- Book del autor: Oda al árbol y otros poemas. Primera edición. Uruguay, agosto 2020
Gerardo Molina
Canelones, Uruguay
Dora Zulema Lorusso
Aquel lazo azul
Caminar era una de las cosas que más nos gustaba. Cuando podíamos hacerlo a la orilla del mar, el placer era inefable. Nuestros pies se hundían en la arena dejando claras huellas del placer compartido.
El silencio nos pertenecía, pero no nos separaba. Obraba como mágico puente entre su mente y la mía. Ambos presentíamos o mejor dicho sabíamos lo que el otro pensaba. Por eso las palabras no eran necesarias. Cuando el cansancio se adueñaba de nosotros, nos tendíamos sobre la arena y con los ojos cerrados, dábamos rienda suelta a nuestro mundo interior.
Ese día, así tendidos en la arena bajo los primeros rayos del ocaso, apreté su mano e incorporándome dije:
--Quiero nadar un rato. Ella esbozó una aletargada sonrisa en señal de aceptación.
Me introduje en el mar. Mecido por las olas que hendían mis brazadas, sentía que mi cuerpo no me pertenecía. El sabor acre del agua se instalaba en mis labios. Mis brazos y piernas adormecidos se deslizaban por un fantasmagórico túnel hacia las profundidades. Me rodeaban bellos seres de brillantes colores que, ante mi intromisión, no escapaban, permanecían allí a mi lado, acompañándome, observándome con curiosa insistencia. Exóticas plantas subacuáticas se movían rítmicamente al compás que el agua les marcaba. La levedad de mi ser posibilitaba que yo, como las plantas, fuera trasladado beatíficamente por ese mundo extraño, desconocido e insólito.
La vi allí de improviso, asomando entre una enorme proliferación de algas, tratando de esconderse… para, en pocos segundos aparecer a mi lado rozándome con su larga cabellera roja y extendiéndome los brazos con la intención de asirme en un abrazo. Me dejé tomar… Un
intenso deseo me incitaba a tenerla. Entonces la tomé por la cintura. Su ondulada cola se enredaba entre mis piernas entorpeciendo nuestra inusual coreografía.
¿Cuánto tiempo permanecimos unidos describiendo insospechadas figuras de una inverosímil danza? Lo ignoro. Sólo sé que de improviso un furioso trompo ascendente me arrastraba y ella se desprendió de mis brazos. Al querer retenerla, una de mis manos le arrebató el lazo azul con el que sostenía su abultada cabellera.
La vi desaparecer en las profundidades mientras yo subía… subía… Una profunda bocanada de aire me sobresaltó, me llenó los pulmones. Sentí nuevamente mis piernas y brazos moviéndome rítmicamente en un nado acompasado. Miré hacia un costado y el sol se incendiaba poniéndose en el horizonte. Al frente estaba la costa.
Intensifiqué el braceo. Mi mujer estaba allí, de pie en la orilla, esperándome.
Al caminar hacia ella, me sorprendió su pregunta:
--¿La sirena pelirroja te entregó mi lazo azul?
Extendí mi mano, entre mis dedos tenía aún la prueba irrefutable de mi dudosa deslealtad.
Cuento del libro Noches insomnes, de Versiones y reversiones. R y C Editora, Banfield, 2023
Dora Zulema Lorusso
Lanús, Buenos Aires, Argentina
Marcelo Valenti
con austeros
pétalos blancos,
algunas flores virtuosas
callan el secreto oculto
bajo la falda del sauce.
El discreto cauce del agua
se lleva el misterio
hacia el mar.
* * *
No logro perderme.
Los caminos se cierran
en sí mismos
Y la curvatura
amuralla al jardín.
Agito y abrillanto
corolas,
mi corporeidad se inflama
de ansias.
He tocado la piedra que otorga,
en forma inconstante,
el placer y la condena de la piel.
* * *
Con altivez y goce las flores
se atrincheraron
en el arriate central.
Reducido a una mínima expresión de deseo,
el jardín flotante parecía sufrir
los embates del ensimismamiento.
Desde este punto
los cambios se encaminaban hacia el avance
y la construcción.
No apareció, en mis manos, el reflejo de mi rostro,
todavía.
Comenzaba mi perpetuación en el jardín,
con inconmensurables bienes desplegados.
Mis mandíbulas se aflojaron en una sonrisa cuando
un viento húmedo hizo, al jardín, ascender.
* * *
Saturado de serpientes
que siempre me han obedecido,
el vigía cae.
Vacío de brillos queda
el arcón.
Ninguna huella de la dirección que
señaló mi índice.
* * *
La boca se vuelve vertiente
bajo los ojos resucitados
al ritmo
del vaivén de las margaritas.
Perenne,
el recuerdo del jardín
regresa con efluvios
de verdor creciente,
a mis narices.
* * *
En saber
se cifra
la multiplicidad de los
sentidos.
Saber, ¿qué puede ser?
Poemas pertenecientes al libro del autor: Espejo jardín, 2010
Marcelo Valenti
Rosario, Santa Fe, Argentina
Alba Aída Oliva
Colchones vamos
(Tango)
Mi gente que ha perdido todo,
Los otros que nunca pierden nada.
Ciudad de malos Aires gastada,
Rugiendo amor, gris de cachetadas.
Vamos a ponerle empeño,
Calles de mi barrio, pueblo,
Paso y miro los colchones,
Así duermen sin un sueño,
Pibes de mirar dolido,
Tantos golpes aporreados
Mientras pasan los dormidos.
La gente nuestra
De buena fe,
Es esa gente
Que veo en usted
Tan dolorida
Pidiendo un mango y
Le preguntan a Dios ¿por qué?
Atajan de arriba las patadas
de los que mandan el cabaret.
El mismo afano del padecer
En los colchones de esos hermanos,
Los que se duermen sin un por qué
Vamos a ponerle empeño
Calles de mi barrio, pueblo
Paso y miro los colchones
Y así duermen sin un sueño
Pibes de mirar dolido,
Y le pregunto a Dios ¿por qué?
Amor Amante
(Himno)
¿Qué es el amor?
Un sueño fugaz
El fin del dolor
La puerta ¿abrirá?
La boca que besé
Las manos que así
El río y la sed
Desnuda
Y acaricié su frente,
Se conmovió mi vientre
La luz me trocó
Solté mi dolor
Soy fuente y calor
Amante
Con esa luz tan vibrante
Mi alma danzó trashumante
La mariposa esplendente, surgió
Y esa prisión dulcemente, se convirtió
Mi amor es infinito,
Como el mar Infinito
Como el mar,
Infinito como el mar
La luz que trocó
Mi miedo en amor
El sueño forjó
De aromas y sol,
Y se encendió nuevamente
Esa pasión desbordante por vos
Mi amor es infinito como el mar infinito,
como amar.
La payasa vestida de azul -Tango-
Soy la payasa de Azul
Revestida de tul
La payasa que vos no amas
El mundo se ríe de mí
Se ríe de qué
Se ríe no más
Porque soy la que sueña en azul
La que vuela en el tul
de una esperanza más
sin saber, nadie puede entender
enredada en la miel
de una pasión tenaz
Sintiendo gemir mi piel
Con su salitre total
Destilando su verdad
Solsticio cuajado de pena
Empapando mis venas
Ruge pasión voraz
El
mundo que ríe de mí
Murmura
de mí
Fábula
detrás
La
payasa vestida de azul
Su
sueño de tul
Se
niega a callar
Sólo
soy la que no callará,
la
payasa dirá nunca callará
porque
estoy
revestida
en la miel de una pasión tenaz
Sintiendo gemir mi piel
Con su salitre total
Destilando su verdad
Solsticio cuajado de pena
Empapando mis venas
Ruge pasión voraz
Poemas pertenecientes al nuevo libro de la autora: El río y la Sed
Alba Aída Oliva
Mataderos, Ciudad de Buenos Aires, Argentina
Roberto Bianchi
El pájaro azul
Prefería estar en las playas
ir y volver hasta el horizonte
habitar sobremanera nuestros ojos
no descansar
hasta que volviésemos a verlo.
Dejaba irse el sol
para anidar la arena
y doblarse sobre sí
y sobre nosotros
como la pena
que se extiende de pronto
sin que queramos
-envolviéndonos-
dejándonos ateridos
un minuto de nostalgia
de antiguas conmociones
que se centran en las orillas de arena
de nuestra piel
y viaja allá hasta el horizonte
y vuelve
como para habitar sobremanera
nuestra vida
y no descansar hasta abatirnos.
Digo sur
Y somos pueblos inconclusos
trompos elásticos de sal
en mar revuelto
tierra de inmensidad
de ríos desbordados
de pequeños resúmenes
de piel
al borde siempre
aislados siempre
encadenados al sur.
Dos poemas anteriores, de Sobre Migraciones y Soledades. Editorial Avance, 1983
* * *
Ritos
Llegaron uniéndose en las aguas
desenvolviendo sus arrullos de sal.
Tenían espejados azules en las manos
de acariciar el aire.
Supieron de inmediato
que la sangre presidía sus ritos
serpenteando viejas escaleras
(navegantes callados
tenaces en su historia)
En cada rincón volcaron
sus antiguos himnos de madera.
Reincidencia
Si la vida ritual me permite
reunir las piezas de mi sangre
convocar los caminos
que transitan los hijos
para que atiendan sus pupilas
vuelen sus manos
atrapando en el aire
la vertiente entera de mi voz
para que comprueben
la veracidad de mi esqueleto.
Si la vida ritual me permite
rodearme de oídos diálogos
de queridos visibles y constantes
si la paz se amontona en las ojeras
en la constelación del raciocinio
atreveré mis palabras
dentro del combate que no cesa
carbón encendido que responde
a tanta duda
tanta reincidencia.
Últimos dos poemas, de Bordes. Utopías del Sur-Signos, 1992
Todos estos textos están recopilados en el libro del autor: ríos de cabezas, Antología poética. Editado en IconopRINT, Montevideo, Uruguay, 2013
Roberto Bianchi
Montevideo, Uruguay
Gastón Ernesto Ludueña
Atrapado en un segundo
Por fin el temblor de sus manos se calma. Con una de ellas sostiene el bolígrafo con el que pretende plasmar las impresiones más serias de su vida, tan falsas como el mensaje que transportan los neutrinos desde galaxias remotas que ya no existen.
La impresión de una guitarra española ofreciendo los acordes de un lugar descubierto en una foto o la de un cigarrillo que muere intacto porque nadie lo fumará; la impresión de una computadora enquistada en su pecho, bombeando unos y ceros de vidas imaginarias, creando el engaño de que es la sangre que irradia calor de brasas apagadas. Todas estas impresiones fascinantes le dibujan una sonrisa en la cara.
El temblor de sus manos se calma y los neutrinos lo atraviesan. Estira sus dedos para enredarse en ellos y dejarse arrastrar hacia galaxias remotas, engañándose de que hay un más allá compuesto por planetas atestados de gente valiente que le enseñe el secreto de la vida.
Pero los neutrinos lo atraviesan indiferentes y él, ingenuo, les sonríe esperanzado mientras sostiene en una mano el bolígrafo con el que pretende plasmar las impresiones más serias de su vida tan falsa como la vida en otros mundos tan falsos como la guitarra, los acordes y su corazón que bombea sangre de unos y ceros regalando la mentira de que todo es calor. Atravesado por neutrinos, acordes y sangre, sonríe a la nada transitando ese segundo fugaz que, como los eones, es un píxel en la eternidad.
A pesar de que nada sucede, él sonríe y no se cansa de hacerlo; ¿renueva la sonrisa? No.
Entonces, sí se cansa de hacerlo. No, para nada, porque nada se consume en un solo segundo; es más, se dice a sí mismo que las impresiones duran dos o tres años, antes de que comiencen a deteriorarse y deban ser renovadas… Pero ¿un segundo? Todas las cosas perecederas perviven más de un segundo, a excepción de algún elemento químico. Y en cuanto a las ilusiones… éstas duran diez minutos o un poco más.
Por eso él, que está atrapado en ese segundo eterno, no necesita relajar la sonrisa, ni si quiera necesita escribir, pues el suave bolígrafo, sostenido por una mano que ya no tiembla, nunca llega al papel.
Sonríe con la candidez de un niño. Está a un centímetro de acariciar la hoja, está a un segundo de descubrir la indiferencia de los neutrinos, a un segundo de darse cuenta de que nunca estuvo en España, a un segundo de saber que no hay otros mundos; no existen otras galaxias donde viven seres valientes que le enseñen los secretos de la vida. Está a un segundo de que la computadora se apague para dejar de bombear unos y ceros, a un segundo de enterarse de que el calor de su cuerpo y las impresiones serias que darán consejo y sentido a su vida… no son más que una estafa.
Está, a un segundo, de que la sonrisa… se borre de su cara.
Gastón Ernesto Ludueña
Nació en Buenos Aires. Reside en Miramar, Buenos Aires, Argentina
Agustín Serrano Santiesteban
Última voluntad
Se mueve, lo afirmo, gira
sobre un eje que imagino;
la herejía es el destino
de la ignorancia y su ira.
Se mueve. Prendan la pira.
Una sombra de humo breve
será mi cuerpo; qué leve
danza en mis ojos la llama;
alguien por mi vida clama;
mas gira, rota, se mueve.
Acerca de los duendes
En medio del fulgor de la estación
los duendes regresan atravesando
los tejados del barrio
y fieles a su rito
retornan con la brisa sus consejos
Un hombre solo es poca cosa
los duendes pueden ser la solución
el punto de partida
Es en vano prevenir su llegada
acosarlos con palos y oraciones
ellos vuelven a formar parte
de la historia
a rumiar sus misterios ancestrales
y tú respetas su inocencia
le cedes la palabra.
Cuando faltan primaveras y milagros
Detrás del horizonte las gaviotas
su lenguaje increíble
abierto hacia el ocaso
el último recuerdo allá en la lejanía
y la mano que busca cada rincón del aire
y los ojos que huyen al centro
de la noche
Las gaviotas deshacen la cenicienta bruma
le ponen una coma al párrafo de nubes
que escala los cerros anochecidos
Hace ya mucho tiempo que no llueve
que faltan primaveras y milagros
Un eco soñoliento vaga entre las sombras
sobre las viejas huellas
que un día fueron nuestras
Detrás del horizonte las gaviotas
que escapan
las gaviotas que gritan al vacío
la nostalgia infinita del recuerdo.
Visiones del peregrino
Estas vísperas son las de después.
Joaquín Sabina
Esta semana tiene veinte días
Esta tristeza un Tera de razones
Esta llovizna empapa corazones
Esta noticia es pobre en alegrías
Estos pasajes son de otras historias
Este boleto nunca tuvo avión
Estas palabras huelen a traición
Estos soldados morirán sin glorias
Este sinsonte perderá su trino
Esta arboleda puede ser fatal
Esta sombra cansada es el destino
Este abuelo que pasa es un chaval
Estos pasos no encontrarán camino
Este hombre sigue siendo un animal.
Último poema, finalista del Certamen de Poesía ‘Letras Como Espada’
Agustín Ramón Serrano Santiesteban
Holguín, Cuba
Irene Mercedes Aguirre
Agua Pura
Prendida desde el fondo,
desde la pre - memoria de la vida,
se abrió paso, celosa,
mi expresión de poeta.
Como un pétalo en flor,
como una flecha,
avanza hacia el futuro
y a ciegas abandona
desgarros y jirones
de los viejos ropajes.
Es baño primordial del agua pura
que solaza mi ser, pleno de nuevo.
Recompongo, paciente,
el gastado sombrero de la espera.
¡Tropiezan, confundidos,
el poema ya escrito
y el que nace a Tu vera,
en esta imprescindible coyuntura
que recoge la tea y abre paso!
Compromiso Humano
Sentir el fuego ardiente del terruño,
que raudamente fluye en las arterias,
pensar en horizontes sin miserias
con la sinceridad de humano cuño.
Hablar de ser a ser, no como en ferias
de vano escaparate, sin el puño
dispuesto a la pelea, sin rasguño.
Ser ético en la vida, con las serias
cuestiones y reclamos de la gente,
buscarle la respuesta al cruel dilema
de nuestra sociedad, siempre latente.
Valiente, resolver cada problema
con firme compromiso diligente
¡que asuma la honradez como su emblema!
Aciago
Siempre hay horas de horror. Son esos días
cuando el pulso detiene su latido
y se agosta algún pétalo florido
de mis rosas y de mis alegrías.
Se aquieta el mundo, queda sin sonido,
poblado de acertijos y de frías
cadenas desoladas, de vacías
estancias despojadas de sentido.
Surgen desesperadas las preguntas
que punzan y que hieren como dagas
mi corazón dolido, cejijuntas.
Y es entonces que atisbo, horas aciagas,
a Tu Amor inmortal que en mí trasuntas,
¡con el que curo mi dolor, mis llagas!
Candil
Hoy tuve entre mis manos una rosa
y he pensado, Señor, ¿de qué manera
fue otra rosa, hoy marchita, la primera
hasta arribar a esta tan hermosa?
De modo semejante, nuestra mente
sabe que hubo otros “antes” que el “ahora”.
Capta el antecedente, el precedente,
el presente y futuro y avizora
una fuerza potente, una energía
que se filtra en el ser de cada uno
y alumbra con su Luz, candil certero.
¡Motiva mis asombros, donde asumo
el brillo de otros ojos, mi alegría,
el viento de la tarde, placentero!
Poemas del libro de la autora: Diálogos del Camino, Buenos Aires, Ediciones El Escriba, 2022. Obra Finalista de la XXXIV Edición del Premio Mundial de Poesía Mística ‘Fernando Rielo’ 2014, Madrid, España
Irene Mercedes Aguirre
Avellaneda, Buenos Aires, Argentina
M. C. Vásquez
Quizás la Luna tenga un lugar para mí
De la tierra quiero huir,
Correr y correr sin cesar,
Quizás el viento me susurre a dónde ir,
O la Luna tenga un lugar para mí.
No lo mal interpretes no es por ti,
Es que me encanta su canto triste
Que emana noche tras noche por no venir.
¿La Luna tendrá un lugar para mí?
Su cara escondida es un misterio para mí,
Quizás mi deseo es descubrir,
La quiero tocar y saber si ella tiene sentir.
Quizás la Luna tenga un lugar para mí.
En mi mundo solo ella es mi vivir,
Su belleza misteriosa clama a mí,
¿Acaso, yo no soy de aquí? Porque
La Luna tiene un lugar para mí.
Amor selecto
Mi mirada se pierde por la celosía,
La Luna se escondió no da más su luz,
Allí estoy pensando en ti, en tu amor
En tu pasión, en tu cobardía…
¿Quién te trajo a mi vida y te hizo ternura?
No pretendo ser tu dueña todo el día,
Solo un poco de tu dulce compañía,
Para que mi alma mustia,
Cese sus ansias de tenerte
Y no derrame ríos de angustia
Al verte y no tenerte y saberte
En brazos de la rustía…
Ven y prueba esto que te ofrezco
Es amor puro e imperfecto
Pero, amor del bueno; del selecto…
Tatuaré mi nombre en tu piel
Tatuaré mi nombre en tu piel,
Para estar presente en tu mente,
Para que veas que muero de sed
Por tus besos constantemente.
Tatuaré mi nombre en tu piel
Para estar cerca de tu corazón,
Para que sientas que eres mi luz, mi fe;
Y el centro de mi canción.
Tatuaré con mi boca,
Mi nombre en tu piel,
Como el cincel en la roca
Mis deseos en tu ser.
Tatuaré mi nombre en tu piel,
En ti evocaré mi pasión
Como vorágine estará a tu merced,
Sentirás toda mi sensación.
Tatuaré mi nombre en tu piel,
Tenderé un manto de amor
Con los pétalos de rosas rojas
Cubriré tu cuerpo lleno de sabor.
Tatuaré con mi boca,
Mi nombre en tu piel,
Como el cincel en la roca
Mis deseos en tu ser.
Así sabrás que mi amor
Es tan caliente como el Sol,
Fundiré mi piel con tu piel,
Como el metal en el crisol.
M. C. Vásquez
Amatitlán, Guatemala
Annabella Rinaldi
La muerte no es nada
La muerte no existe,
la gente sólo muere cuando la olvidan;
si puedes recordarme,
siempre estaré contigo.
Isabel Allende
-Gracias amiga. No sabía que estaba enfermo. Hay personas que eligen mantener la privacidad con esas cosas. Y está bien. Aunque forme parte de la vida. ¡Oh, cuánto lo siento!
Esperaré unos días para llamar a la hermana. De todos modos no es de atender el teléfono. Le dejaré un chat.
Lo siento por vos amiga, es tu pariente. Les mando un abrazo enorme a toda la familia a la que quiero tanto.
La meditación de hoy será por la Paz en su corazón que ya descansa.
Ella había respondido de esta manera. Estaba viviendo en otro país. Poco podía hacer. Nadie puede hacer nada ante una noticia de esta índole. Tal vez, mejor el silencio. Pero para los que están un tanto dormidos, es difícil de entender. “Muévete en silencio, el mundo sabrá de ti cuando digas JAQUE MATE”; había leído una vez.
Esos lazos de la infancia, si echaron raíces, florecen en el tiempo y son como flores perennes. Esos lazos de la infancia, se forjaron siendo niños y continúan en la adultez.
Aunque muramos, una parte nuestra seguirá viviendo en los recuerdos de quienes nos quisieron y en los de aquellos a los que afectamos de algún modo a lo largo de la vida.
No podía entender por qué recordaba a los muertos en situaciones divertidas. Cuando en su mente aparecía la imagen de algunos de esos seres, en su rostro se dibujaba una sonrisa.
Y esta no fue la excepción.
Transcurría 1976. En la secundaria se celebraba una vez por año una especie de juego olímpico, en el que la escuela presentaba la selección de cada disciplina deportiva. Y así se competía con los pueblos vecinos. ¡Era todo un acontecimiento!
Ella no calificaba para ninguna competencia física, pero claro, sí, mental. Ajedrez.
Día y noche practicaba y practicaba. Recortaba de una columna del diario las jugadas magistrales de los grandes ajedrecistas como el Islandés Bobby Fischer, en donde venía el diagrama de la movida que pondría en jaque al Rey.
Una noche la amiga la invitó a dormir a su casa. Su hermano, el que ahora está en otro plano, y que debe estar leyendo esto con una sonrisa dibujada en su rostro, la desafió con una partida.
Se ubicaron en uno de los dormitorios de esa casa tan grande. La mesita de luz corrida en el medio de las dos camitas que hicieron las veces de sillas. Un velador apenas iluminaba con reflejos amarillentos.
¡Qué situación divertida! Él tenía un acné repulsivo. Y entre movida y movida de pieza, se estiraba la piel de la nariz y le salía hacia afuera uno o más granos, a los que llamábamos “barritos”. ¡Qué asqueroso! ¿Dónde los habría pegado? ¡Por Dios!
Esa manera tan peculiar de concentración no le sirvió para ganar, fue derrotado, y no una vez, sino dos, porque el muy orgulloso pidió la revancha. Fue una muerte…
* * *
La muerte no es nada
San Agustín
La muerte no es nada. Yo sólo me he ido a la habitación de al lado. Yo soy yo, tú eres tú. Lo que éramos el uno para el otro, lo seguimos siendo.
Llámame por el nombre que me has llamado siempre, háblame como siempre lo has hecho. No lo hagas con un tono diferente, de manera solemne o triste. Sigue riéndote de lo que nos hacía reír juntos. Que se pronuncie mi nombre en casa como siempre lo ha sido, sin énfasis ninguno, sin rastro de sombra.
La vida es lo que siempre ha sido.
El hilo no está cortado. ¿Por qué estaría yo fuera de tu mente, simplemente porque estoy fuera de tu vista?
Te espero… No estoy lejos, justo del otro lado del camino… Ves, todo va bien.
Volverás a encontrar mi corazón.
Volverás a encontrar mi ternura acentuada. Enjuaga tus lágrimas y no llores si me amas.
Este escrito forma parte de la colección Laberinto, de próximo lanzamiento
Annabella Rinaldi
Neuquén Capital, Patagonia, Argentina
Jeremías Vergara
El ritual
Sus miradas fijas en el desaseado piso,
otros miran el techo y su fondo ahogado de infinitos,
en rincones se refugian abrasados a ellos mismos.
Su conducta no es más que pequeñas oscilaciones,
de adelante hacia atrás.
Sus ojos no están aquí con nosotros,
ellos no están aquí, están en otro lado.
Otros miran en dirección a las ventanas
pero no ven más allá
se sorprenden de aquel que vive en el reflejo del cristal
que los siega de preocupación,
que los amenaza siendo ellos mismos,
aprisionándolos con aquellas horribles palabras
que recita en sus oídos,
aquel que no existe a los ojos celestiales,
aquel que ellos dicen que no existe en verdad
pero saben que no deja aun así de atormentarlos.
Otros tienen varios nombres,
si los llamas, se manifiestan en uno solo,
escupiendo su malicia en este podrido suelo de humedad.
Aquí es difícil distinguir la realidad,
es difícil sostener a sus miradas profundas
descifrar lo que vive dentro de sus ahogadas pupilas,
ya que ellos son únicos, no cabe lugar para nadie más.
Cada uno es diferente,
sus mundos son su guarida,
sus mundos son únicos, escapan de esta cruel realidad.
Aquí las plegarias no van a ningún sitio,
solo el agua fría,
el fino pasto de paja, solo ellos para acompañar,
no sirven para calmar a aquellas espaldas adoloridas,
aquellas mentes idas,
no, solo para causar más dolor.
La fe camina aquí en largas túnicas,
vienen a recuperar sus almas,
ellos dicen que aquí supura la maldad,
a la que no pueden escapar,
insisten con que es un castigo divino,
o un castigo del mal.
Las paredes de concreto silencian los alaridos,
silencian la locura,
silencian la plegaria, el ritual.
Comienzan la curación,
el código romano y su lección,
ellos hacen que se vuelva siniestro todo más aún,
sus palabras santas producen el enojo.
En los pasillos, en las escaleras y techos,
sus nombres quedan impregnados,
los gritos hacen que el lugar raje sus oídos,
sus paredes.
Estruendosas palabras golpean la piel desgarrándola,
el agua de sus botellas quema,
la noche recién comienza,
nada ahora es igual que en el día,
movimientos brucos por sí solos de las cosas
las palabras son confusas,
se manifiesta el arte de las lenguas
el baile de las sombras,
caminan de pasillo en pasillo, se retuercen,
se quiebran, la oscuridad está sola
mundos diferentes se conectan,
sumergen a todos y a todas entre las tinieblas
el terror se apodera de los de negro.
Como lo dicta el código el plan fracasa,
como ellos quisieran las cosas no suceden.
Ahora oscilan de adelante hacia atrás,
murmuran y sus ojos vagan.
En la mañana renaciente,
el sol ilumina sus caras,
sus sucios cabellos, y harapos,
solo son más, más del montón,
igual que otros que vivimos aquí,
aquí donde lo he presenciado todo
aquí donde lo veo todo,
ellos son iguales a…
¡Basta ya!
Deja de hablar,
deja mi oído ya,
¡¡¡Deja de llamarmeeee!!!
Ahora ellos son como nosotros.
Del libro del autor: Tierra silenciosa
Jeremías Vergara
San Martín de los Andes, Neuquén, Argentina
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Cuanto más lo crees, más real se vuelve para ti. Por eso es tan importante creer en cosas positivas, en lugar de cosas negativas.
Anita Moorjani
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